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La estrategia del caracol. ¿Qué es la acción colectiva?

Martínez López, M. (2013). “La estrategia del caracol" ¿Qué es la acción colectiva? In Iglesias, P. (ed,) Cuando las películas votan. Lecciones de ciencias sociales a través del cine. Madrid: Catarata, p 114-126.

¿Tácticas o estrategia? La lucha por la vivienda popular en "La estrategia del caracol" (Sergio Cabrera, 1993)

Sinopsis

"La estrategia del Caracol" es la primera película que le concede notoriedad internacional a su director Sergio Cabrera, aunque éste ya poseía una considerable trayectoria artística al frente de varios largometrajes, documentales y series televisivas desde su formación cinematográfica en Londres en 1975. Esta película relata la lucha que emprende una comunidad de inquilinos, residente en el centro histórico de Bogotá (Colombia), frente a los planes del casero que pretende desahuciarlos. El escenario principal de la acción se sitúa en la capital colombiana pero las operaciones de uno y otro bando en contienda son presentadas de una forma paradigmática tal que permiten su extrapolación directa a otros lugares del mundo donde acontecen conflictos residenciales semejantes. De hecho, sólo de forma sutil y tangencial se pueden apreciar referencias al contexto de violencia política en la que ha estado sumida Colombia durante varias décadas. Además de poner de relieve los intereses de los dos principales actores en pugna (inquilinos y propietario), la narración expone la crucial participación de los personajes aliados con cada una de las partes. El abogado de los inquilinos utiliza todos los recursos legales a su alcance para dilatar la aplicación de la orden de desalojo. Distintos residentes contribuyen con sus dotes organizativas y persuasivas para conseguir la cohesión de la comunidad de vecinos. La propiedad paga sobornos a funcionarios públicos e instiga agresiones físicas a sus oponentes para sortear los obstáculos legales a sus planes especulativos. Toda la trama gira en torno a las opciones de resistencia y denuncia que pueden imaginar y llevar adelante los inquilinos, a pesar de la escasez de sus recursos disponibles. Las escenas iniciales y finales, ubicadas en las lomas periféricas de la ciudad donde se acumulan las autoconstrucciones informales de aluvión, descubren sin ambigüedades el aparente fracaso de los inquilinos por permanecer en la Casa Uribe objeto de la disputa. Sin embargo, suscitan a la vez numerosos interrogantes acerca de las motivaciones, decisiones, tácticas y resultados de este particular, y también universal, conflicto por la vivienda en alquiler y asequible para los grupos sociales más pobres.

Claves políticas para comprender la acción colectiva en la defensa de la vivienda popular

"La táctica principal en la lucha contra los que ostentan el poder es el jiujitsu político de masas: los desposeídos no se oponen de manera rígida a los poderosos, sino que ceden de manera tan hábil y calculada ante la fuerza superior de los privilegiados que ésta se convierte en su ruina. Por ejemplo, ya que los poderosos se presentan públicamente como los custodios de la responsabilidad, la moralidad y la justicia, se les puede forzar, repetidas veces, a cumplir con su manual de leyes y normas morales." (Alinsky 1971: 167)

El título de esta película nos conduce a cuestionarnos la distinción política entre táctica y estrategia. En particular, ¿a qué tipo de estrategia se refiere la película? ¿En qué medida sería una estrategia válida para otros movimientos sociales? La lucha por la defensa de un edificio específico puede sugerir ejemplos para definir la estrategia de una lucha más amplia por la vivienda popular pero, sobre todo, pone de manifiesto tácticas concretas de resistencia. Los habitantes de la Casa Uribe optan por una lucha no-violenta después de valorar los resultados dolorosos experimentados por otros vecinos. En todo caso, ¿qué tipo de condiciones permiten la articulación de las tácticas elegidas? Más aún, ¿qué influencia tiene sobre las decisiones tácticas adoptadas, el contexto social, político, económico y cultural en el cual se desarrolla la acción? Desde un punto de vista interior al colectivo de residentes tanto las argucias del abogado Romero, como las propuestas simbólicas del anarquista Jacinto, la religiosidad de doña Trinidad, la ambigüedad sexual del transgénero Gabriel/Gabriela y las habilidades prácticas de otros residentes, se combinan y complementan a lo largo de la historia. Sin embargo, son evidentes las controversias ideológicas y las diferencias sociales entre los inquilinos de modo tal que obliga a integrar esa heterogeneidad interna en la definición, continuamente bajo discusión, del objetivo común, estratégico, de la comunidad. Por otra parte, más allá de una cierta caricaturización simplificadora de los dos principales actores enfrentados, no cabe duda de la enorme desigualdad de poder entre ambos. De hecho, el propietario, Doctor Holguín, exhibe una carencia completa de escrúpulos a la hora de promover la corrupción de los funcionarios, de utilizar la ley de protección del patrimonio arquitectónico al servicio de sus propósitos especulativos (la renovación y venta de un edificio antiguo) e, incluso, de ordenar criminalmente el asesinato del abogado Romero. En este sentido cabe preguntarse si resulta una frivolidad o una ingenuidad de los inquilinos su alegato en pos de la dignidad moral a través de la burla y la humillación de los poderosos, o si, por el contrario, obtuvieron algún resultado valioso para sus intereses. De igual manera que el humor, la dramatización y la creatividad de los desposeídos son incorporados a su organización y lucha, la película posee la virtud de señalar la relevancia que también desempeñan las creencias religiosas, los estilos de vida, las preferencias sexuales y las trayectorias laborales de las clases populares a la hora de sus deliberaciones y con respecto a las posibilidades de alcanzar consensos prácticos entre ellos. Lejos de la apariencia de parábola o paradigma que puede ofrecer una primera interpretación superficial de esta obra, la excelente representación del conflicto y de los múltiples personajes implicados apunta a la necesidad de desvelar la complejidad de sus interacciones. En definitiva, ¿nos hallamos ante una “utopía negativa” o distopía en la que se reproduce la dominación social a través de luchas populares condenadas al fracaso, o, más bien, la experiencia sorprendente y combativa de los habitantes de la Casa Uribe contribuye a mostrar la fuerza y eficacia de las aventuras utópicas como únicas vías de emancipación?

Análisis

La representación de los movimientos sociales en el relato cinematográfico exclusivamente de ficción no es usual. Suelen ser objeto de mayor atención en el cine documental, aunque éste introduzca a veces estrategias narrativas de ficción o figuras retóricas imprescindibles para conseguir efectos empáticos y didácticos en el público espectador. Sólo algunas luchas concretas del movimiento obrero (Germinal -1993- de Claude Berry, por ejemplo) se han aproximado a ese propósito, pero es patente una tendencia a seleccionar historias ejemplares, parábolas y conflictos específicos que puedan dotar a la película de un ritmo clásico (presentación, nudo y desenlace) y de una conexión afectiva con la audiencia a través de las vidas de algunos personajes singulares. La ley del silencio (1954) de Elia Kazan; Riff Raff (1990) y Pan y Rosas (2000) de Ken Loach; Un lugar en el mundo (1991) de Adolfo Aristarain; Los lunes al sol (2003) de Fernando León; o la más reciente Las nieves del Kilimanjaro (2011) de Robert Guèdiguian, podrían servirnos como ejemplos de esa conexión con los sindicatos, la lucha de clases y la autoorganización obrera sin capacidad, empero, para ofrecernos una imagen de conjunto del movimiento obrero.

En este sentido, La estrategia del caracol (LEDC) tampoco aspira a mostrar ni una línea estratégica central en los movimientos urbanos o por la vivienda (ver, por ejemplo, el análisis de Blanco, 2011), ni siquiera a ofrecernos el recorrido histórico que estos movimientos pueden tener en un contexto urbano determinado. Sin embargo, la virtud de LEDC reside en poner de relieve elementos cruciales que intervienen en muchos procesos de acción colectiva, eventualmente integrados en marcos más amplios de movilización social o, en su caso, en concordancia con movimientos sociales de mayor alcance. La concentración en un episodio de acción colectiva, por lo tanto, sirve como metonimia (una parte, una lucha o campaña concreta) ilustrativa del quehacer cotidiano de los movimientos sociales. En su defecto, sugiere o eleva a prototipo paradigmático, un tipo de acción de protesta que se puede incluir y que, en la mayor parte de las ocasiones, se ha incluido históricamente, en los repertorios de acción de los movimientos sociales, aunque su gestación y sus aspectos más personales, suelen quedar invisibilizados en las descripciones académicas convencionales o retratados con pinceladas gruesas en las anécdotas periodísticas.

El primer contexto explicativo de LEDC lo encontramos en su director: Sergio Cabrera (Medellín, Colombia, 1950). Su padre y su madre eran actores españoles que se habían exiliado a Colombia por causa del triunfo del golpe de Estado liderado por Franco contra el gobierno republicano. Entre 1960 y 1966 vivió en China, país al que regresó después de cuatro años participando en la guerrilla colombiana del EPL (Ejército Popular de Liberación). En China realizó sus primeros cortometrajes y en 1975 se trasladó a Londres para estudiar cine e iniciar una carrera profesional en ese ámbito que se ha prolongado hasta la actualidad. En LEDC es precisamente el padre del director, Fausto Cabrera, quien interpreta a Jacinto, un anarquista español que se convierte en el principal agitador de la Casa Uribe. Su figura es crucial en el desarrollo de la trama pues sus propuestas políticas de lucha se distancian tanto de las vías legales a través del Estado en las que cree el abogado de la comunidad, como de la lucha armada, el vanguardismo y la organización vertical que representa un militante comunista que reside en el mismo edificio. Jacinto aboga por un plan aparentemente utópico: expropiar los materiales de la construcción y trasladarlos a un solar de la periferia urbana. Independientemente de que ese utopismo se pueda asociar con nitidez a alguna de las corrientes del anarquismo (o del "socialismo utópico" como fueron despectivamente calificadas por los "socialistas científicos"), el plan es abrazado por todas las facciones del colectivo de inquilinos y se convierte en el objetivo estratégico, en la materialización de su posible victoria frente a la propiedad.

Los escuetos datos biográficos del director nos indican su fuerte vinculación con las luchas revolucionarias en Colombia (de impronta comunista-maoísta en el caso concreto de la guerrilla del EPL), pero también un cierto desapego de las mismas acercándose más a formas de protesta que no comporten la violencia armada, más locales, más comprensivas de la diversidad social que, necesariamente, se halla implicada en ellas. La imaginación, la creatividad y el desafío simbólico a las autoridades y a las élites gobernantes, no son las armas más utilizadas por las guerrillas de cariz comunista que Cabrera conoció en primera persona. Por ello el recurso a una cierta imagen utópica del anarquismo y su restitución en tanto que vía revolucionaria alternativa a las guerrillas comunistas en boga en Latinoamérica, sugiere una ampliación y cuestionamiento del repertorio clásico de luchas en las organizaciones de izquierda. Como señala Ferrer (2006: 66) "la idea anarquista sobrevive porque en las significaciones que ella absorbe se condensa el malestar humano causado por la jerarquía. Sin embargo, para la mayoría de las personas, el anarquismo, como saber político y como proyecto comunitario, se ha ido transformando en un misterio."

Siguiendo el precepto del organizador comunitario Saul Alinsky, el ridículo es también un arma poderosa para que los pobres puedan mostrar al rey desnudo y suscitar la risa y la insumisión de los súbditos: "El humor es esencial para el éxito de una táctica ya que las armas más poderosas conocidas por el hombre son la sátira y el ridículo. (...) El sentido del humor es incompatible con la aceptación total de cualquier dogma o de cualquier fórmula de salvación religiosa, política o económica." (Alinsky 1971: 104) Aunque tampoco el anarquismo clásico se ha destacado por sus estrategias creativas de lucha, lo cierto es que su desafío a las instituciones dominantes, a las religiones y a cualquier organización social autoritaria, ha permeado a muchos de los movimientos sociales que desde 1968 hasta el movimiento antiglobalización han recurrido a formas de cooperación, resistencia y desobediencia civil como “una de las bellas artes” (ver, por ejemplo, Grupo autónomo a.f.r.i.k.a 2000, Notes from Nowhere 2003, Villasante 2006).

Como señala Sánchez Noriega (1996: 147), “[LEDC] vertebra la historia sobre tres ejes: un sentido popular que hace que el espectador empatice pronto con los vecinos de la casa; el humor que atempera el drama de las gentes sin hogar; y la crítica social presente al poner sobre el tapete el problema de la vivienda de gentes que han vivido durante años como inquilinos.” Según la nota que acompañaba a su proyección en los cines Alphaville de Madrid, “el interés sociopolítico de la historia es evidente y la narración trata de llamar la atención sobre el problema de la vivienda y hacer una crítica a la izquierda colombiana y el partido comunista que, en palabras del director, aprovechan este tipo de problemas como los desalojos para hacer proselitismo político, pero con una actitud pasiva y vieja en el aspecto ideológico, siguiendo el viejo esquema.” (Sánchez Noriega 1996: 148) En realidad, el tipo de acción colectiva que se destaca en LEDC combina el humor con la religión, las controversias entre un anarquista y un comunista, los resquicios de la legalidad con una burocracia kafkiana y atravesada por la práctica regular de la corrupción. También se vale de símbolos ancestrales como la serpiente que cuelga del cuello del poblador que está siendo entrevistado ante una cámara de televisión a modo de metarrelato o memoria encarnada de la lucha pasada; o el mismo caracol del título que connota universalmente la coraza y protección asociada a la vivienda. El reconocimiento de la transexualidad de uno de los personajes se opera a través de sus contribuciones a la lucha colectiva, como operario masculino o utilizando armas de mujer (la seducción).

Un segundo eje interpretativo de LEDC remitiría el laxo anarquismo utópico ya mencionado a la tradición literaria del “realismo mágico” latinoamericano al evocar una empresa inverosímil: la búsqueda de un espacio vacío en las afueras al que desplazarse voluntariamente, adelantándose a la expulsión forzosa del centro de la ciudad. Esas afueras son las montañas donde nacen los asentamientos informales; los barrios de lata, de cartón, de todo tipo de materiales reciclados con el fin de la autoconstrucción; las viviendas sin ningún tipo de lujos ni servicios públicos, pero que van constituyendo el único espacio que puede realizar los ideales residenciales utópicos o pragmáticos, a corto plazo, de los desplazados que, en el caso de Colombia, se cuentan por cientos de miles procedentes de una larga, enquistada y sangrienta pugna militar desarrollada por todos los rincones del país. La película no puede alcanzar a describir todo ese drama pues el hilo conductor se enredaría en innecesarios excesos eruditos, pero lo sitúa, sin obviarlo, como un escenario y un contexto colateral relevantes. Si el anarquista, en definitiva, pudo animar a todo un patio de vecindad a lanzarse a una aventura utópica sorteando el enfrentamiento cuerpo a cuerpo con sus agresores más directos, el pintoresco cuadro de habitantes y de situaciones tragico-cómicas que se suceden, no puede obviar la satisfacción simbólica de ridiculizar al enemigo, de infligirle algún daño moral y económico, de recuperar una mínima conciencia de dignidad que solo se obtiene en la lucha. Paradójicamente, el anarquista se posiciona aquí como un líder vanguardista del colectivo en relativa contradicción con su propia ideología y adoptando una astuta flexibilidad de principios ideológicos cuando un suceso de misticismo religioso (la aparición de la imagen de una virgen en una pared derruida) se cruza en el camino de los debates colectivos. El fin estratégico, no obstante, permanece incólume: la expropiación de todos los materiales de construcción del edificio (excepto la fachada) sin dejar pruebas que delaten a sus autores. En lugar de una relación mecánica o unilateral entre medios y fines, atribuida también a algunas corrientes ortodoxas del anarquismo, la estrategia aquí perseguida comporta una valoración flexible y ponderada de todas las fuerzas colectivas, de todo aquello que pueda aportar la cooperación social, incluidas las destrezas y conocimientos individuales.

"En la acción, la primera pregunta que surge en la determinación de los medios a utilizar para unos fines particulares es la de qué medios están disponibles. Esto requiere una evaluación de las fuerzas y de los recursos al alcance. Implica seleccionar entre múltiples factores que se combinan definiendo una situación en un momento determinado, así como su ajuste al punto de vista popular y al clima del momento.. Es fundamental considerar cuestiones tales como cuánto tiempo se necesita o se dispone. ¿Quiénes y cuántos apoyarán la acción? ¿Tiene la oposición tanto poder como para cambiar las leyes o suspenderlas? Si las armas son necesarias, ¿existen armas apropiadas disponibles?" (Alinsky 1971: 71)

El guión de LEDC nos agasaja con perlas discursivas que parecen manifiestos políticos si no fuera por las lamentables situaciones que los envuelven. Entre ellas, cabría destacar el análisis con el que arranca el culebrero delante de las cámaras de televisión al destacar que el nuevo desalojo que sufren en el predio ocupado es debido a “la injusticia de la justicia y a la falta de estrategia de la clase inquilinal”. De esta forma se presenta explícitamente una de las líneas maestras que guiará los acontecimientos posteriores: la defensa de los inquilinos amenazados por los cauces del sistema de justicia y de la burocracia administrativa del Estado. En su transcurso veremos sin tapujos no sólo cómo la ley no atiende a razones de justicia social, sino que es comprada y adulterada en función de los intereses de las élites y, en este caso, de los propietarios inmobiliarios que actúan criminalmente con plena impunidad. A su servicio están abogados, amistades, funcionarios corruptos, matones a sueldo y, llegado el momento, las fuerzas policiales que ejecutarán el desalojo. Frente a tanta adversidad, los inquilinos a punto de ser desahuciados no tienen otro remedio que autoorganizarse y utilizar todas las armas a su disposición, incluidas las legales, dentro del limitado margen de su aplicación, en la medid en que puedan ser favorables a sus intereses o, más bien, a sus necesidades de supervivencia básica y a su derecho esencial a permanecer en su vivienda habitual. Como es obvio, no apuestan todas sus cartas a la defensa legal y, de forma paralela, idean el rocambolesco plan de trasladar sus enseres y buena parte de las estructuras constructivas a un nuevo emplazamiento urbano, anticipándose a su destino con parejas dosis de resignación y de autoestima.

En tercer lugar, LEDC formula, a través de la ficción, un dilema político de primer orden: la distinción entre tácticas y estrategia. Todas las actividades y argucias de autodefensa que se despliegan, constituyen un conjunto de tácticas, de operaciones específicas que materializan un plan más general (Wilden 1987: 229ss.). Aquí la estrategia concreta (o la “táctica general” según Wilden) no es tanto una planificación con objetivos nítidos y un método determinado para el conjunto de luchas vecinales o por la vivienda (“la estrategia de la clase inquilinal”), sino una combinación de todos los recursos a su alcance, cotidianos, austeros y asequibles. Cada cual aporta a esa estrategia aquello para lo que tiene las capacidades más adecuadas, pero la unión colectiva con el propósito de evitar el desahucio y de reconstruir la convivencia colectiva en otro lugar, no disminuye el valor de las contribuciones personales, de los fragmentos significativos.

En "El arte de la guerra", escrito en el siglo IV a.c. por Sun Tzu se enunciaban algunos principios generales para entender los conflictos entre ejércitos o Estados: "En la guerra es de importancia suprema atacar la estrategia del enemigo. Aquel que se revela superior en la resolución de las dificultades, lo hace antes de que estas surjan. Atáquense los planes del enemigo en cuanto se den a luz. (...) Desháganse las alianzas del enemigo. No permitan que sus enemigos se junten. (...) Si numéricamente eres el más débil, busca la retirada. (...) Hay probabilidades de conseguir alcanzarlo más tarde en un flanco descuidado."

En la guerra civil o lucha de clases, las fuerzas están siempre desigualmente repartidas de antemano. La victoria de las élites propietarias consiste en la reproducción del orden capitalista, de las relaciones de explotación y de sometimiento. El sistema electoral permite a las mayorías la ilusión de que pueden conseguir tímidos avances legales en sus derechos y en la redistribución de una parte de la riqueza social producida, aquella que ceden los grupos dominantes de su bolsa de patrimonio, de su afán de acumulación privativa. Pero ese orden es inestable y está cargado de tensiones. La definición y materialización de una estrategia en la guerra de clases es distinta para cada clase: los dominantes pretenden perpetuar la guerra de clases, los dominados pretenden acabar con las clases y, por ende, con la guerra entre ellas. Por ello, los dominados tienen que "atacar la estrategia del enemigo" oponiéndose a los planes generales de los dominadores, cuestionando su validez y legitimidad, cancelando su colaboración voluntaria en las relaciones de dominación, poniendo en evidencia las fracturas y la competencia entre las élites. En la medida en que eso no es probable a medio plazo o no se vislumbra su viabilidad, los dominados adoptan tácticas o estrategias de más corto alcance. Se retiran con sigilo, se agazapan, se confabulan, preparan nuevos ataques desde la clandestinidad. Para que cunda el ejemplo, no cesan de mostrar sus capacidades de resistencia, de librar las batallas ineludibles, de discernir y a apuntar a los puntos más débiles y descuidados de su enemigo. Es en este último plano donde se sitúa LEDC. La retirada a la tierra de nadie no es un fin en sí mismo, ni siquiera un objetivo estratégico del máximo nivel. Constituye un lugar de retaguardia, una alternativa donde recuperar fuerzas y satisfacer necesidades básicas, pero también un espacio propio donde reconstruir sus relaciones sociales y donde la comunidad de resistentes pueda prolongarse en el tiempo. Se trata, sobre todo, de una maniobra táctica que articula al resto de tácticas menores: demorar el desalojo, generar consensos, organizar la mudanza, espiar al enemigo, neutralizar sus golpes y burlarse de él para que el resto de la sociedad y otras élites desconfíen de sus negocios.

Toda estrategia, al final, tal como pone magistralmente de manifiesto LEDC, depende de su contexto social y, dentro del mismo, de las estrategias de otros actores (sus enemigos directos, los medios de comunicación, las alianzas personales o colectivas, etc.). Es una lástima, pues (no obstante lastrada por las exigencias de fortalecer el núcleo de atención narrativa) que el contexto urbano de Bogotá y de los movimientos sociales en el marco del conflicto bélico colombiano, no emerja en primer plano para facilitarnos una más certera interpretación de este evento concreto. Sin embargo, el guión contiene suficientes guiños y referencias locales para evitar toda acusación de mitificación y de abstracción histórica. Muy al contrario, las mejores parábolas, las que poseen mayor capacidad de ejemplaridad y emulación global, son aquellas que nos muestran el arraigo de cada historia, las condiciones concretas y los protagonistas que la hicieron posible. De ahí el aplaudido éxito de esta obra allende sus fronteras nacionales. Como vuelve a insistir el comunicador popular en su discurso inaugural, el desalojo de la Casa Uribe fue “una luminosa enseñanza que todavía no ha sido debidamente asimilada”. Y para que no quepa ninguna duda del saldo resultante de la guerra librada hasta el momento, el utopismo de este relato se desvanece desde el primer al último instante mostrándonos el nuevo desalojo que sufren varios años después los inquilinos antes desahuciados. La lucha continúa, nada de lo conseguido permite albergar la esperanza de una victoria final, el caracol sigue su camino: la estrategia tiene que volver a definirse.

Bibliografía

Alinsky, Saul (1971) [2012] Tratado para radicales. Manual para revolucionarios pragmáticos. Madrid: Traficantes de Sueños. [www.traficantes.net]
Blanco, Roberto (2011) ¿Qué pasa? Que aún no tenemos casa. Madrid: Fundación Aurora Intermitente.
Ferrer, Christian (2006) Cabezas de tormenta. Ensayos sobre lo ingobernable. Buenos Aires: Anarres-Utopía Libertaria.
Grupo autónomo a.f.r.i.k.a (2000) Manual de guerrilla de la comunicación. Barcelona: Virus.
Notes from Nowhere (2003) We are everywhere. The irresistible rise of global anticapitalism. London: Verso.
Sánchez Noriega, José Luis (1996) Desde que los Lumière filmaron a los obreros. Madrid: Nossa y Jara.
Sun Tzu (s.IV a.C.) [2002] A arte da guerra. Mem Martins: Europa-América.
Villasante, Tomás R. (2006) Desbordes creativos. Estilos y estrategias para la transformación social. Madrid: La Catarata.
Wilden, Anthony (1987) Man and Woman, War and Peace. The Strategist’s Companion. London: Routledge.

Película: “La estrategia del caracol” Dir. Sergio Cabrera. 1993. Colombia. 105’

Enlaces para su visualización: http://vimeo.com/6060203
http://p2p.kinoki.org/displayimage.php?pos=-54 http://cinemaanarquista.blogspot.com.es/2011/08/la-estrategia-del-caracol-sergio.html

Published: 15 de mayo de 2012
Keywords: Activism, Spaces