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V de Vivienda: Los vengadores de una vida hipotecada

V de Vivienda: Los vengadores de una vida hipotecada. (2007, October 27). Retrieved from http://miguelangelmartinez.net/?V-de-Vivienda-Los-vengadores-de

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El sábado 6 de octubre de 2007 fue la fecha elegida para convocar el “Récord Mundial: No vas a tener una casa en la puta vida”. A raíz de lo que observé en esta jornada en Barcelona, me gustaría hacer algunas reflexiones que puedan ser de utilidad para este y otros movimientos sociales.

En primer lugar, la convocatoria ha mostrado un carácter autónomo y descentralizado digno de elogio. Se llamaba a manifestarse “frente al ayuntamiento de tu ciudad”; es decir, de cualquier ciudad a lo largo y ancho del Estado, promoviendo, por lo tanto, que cada grupo local tomara la iniciativa con sus propios medios y planteamientos. Este movmiento social ha ido gestando enriquecedores lazos a través de algunas páginas de internet (las últimas: vdevivienda.net y novasatenercasaenlaputavida.com) y en ellas se ha ido consolidando también una cultura propia en cuanto a signos de identidad (los colores amarillo y negro, las consignas a corear, etc.) y en cuanto a evitar que organizaciones sociales ajenas (partidos políticos, principalmente) utilizaran estas manifestaciones para su particular propaganda. En la Plaza de Sant Jaume de Barcelona, de hecho, sólo aparecieron un par de pancartas “ajenas”: las de un colectivo de despedidos de Seat y las del colectivo Dinero Gratis. Ambas identificaban a sus respectivas organizaciones aunque la pancarta del segundo se paseaba con alusiones críticas a la economía capitalista con claras concomitancias con los objetos de la protesta general sobre la vivienda. De manera semejante, alguna otra pancarta más individual proponía ir a una web donde se argumentaba la necesidad de aumentar los impuestos sobre el suelo, y una persona denunciaba la expropiación de su casa. No alteraron, en consecuencia, la percepción de conjunto de que se trataba de un acto de protesta centrado en la cuestión de la vivienda, independiente de las adscripciones particulares o partidarias de quienes se congregaban.

La razón principal de esa percepción fue la espectacular puesta en escena de la protesta. Merece la pena, pues, describirla con cierto detalle. Antes de la hora fijada, las siete de la tarde, se fueron instalando un camión con una potente megafonía, una pantalla de cine y dos mesas de “merchandising”. Desde estas mesas y por medio de activistas disfrazados de “superhéroes” con antifaz y vestimenta negra y amarilla que se desplazaban entre el público, se regalaban unas bolsas de plástico (como las que exigen en los aeropuertos para portar las cremas y líquidos) con los siguientes elementos: una tiza (para hacer pintadas por suelos y paredes), un antifaz, un globo amarillo, pegatinas (para adherir por la ciudad), un palillo (para pinchar el globo todos a una), un breve panfleto resumiendo las principales reivindicaciones del movimiento y la letra de una canción sarcástica. En las mesas también se vendían camisetas por 7 euros y el libro-dvd “El cielo está enladrillado” por 3 euros (este libro, en todo caso, posee licencia copyleft y se puede descargar gratuitamente de internet). Desde otro punto de la ciudad se había organizado una marcha hasta la plaza del ayuntamiento amenizada por un grupo de percusionistas que al llegar a la plaza estuvieron cerca de una hora haciendo bailar al personal y, sobre todo, animándolo a agitar los globos. Desde la megafonía sólo se emitió un discurso mínimamente extenso acerca de las reivindicaciones del movimiento cuando iba atravesando toda la plaza “supervivienda”, uno de los disfrazados superhéroes “vengadores”, transportado sobre una plataforma como las vírgenes en las procesiones o como el jefe de los irredentos galos de Asterix, y precedido por un prominente ladrillo de espuma fosforito (imitando a la Kryptonita de Superman, lo que obligó a todos los asistentes a ponerse el antifaz para no perecer deslumbrados). La siguiente escena fue un “karaoke” proyectado en la pantalla por el cual la plaza al unísono coreó la versión sarcástica de una canción de Miguel Bosé (“Amante bandido”) aludiendo al problema de la vivienda. A continuación, y con idéntica buena calidad de imagen y sonido, se proyectaron los vídeoclips autoproducidos de forma casera con otras dos simpáticas y críticas canciones que circulan por internet. Tras las pertinentes agitaciones deglobos en los descansos y la invitación al pinchazo general de los mismos como metáfora del esperado estallido de “la burbuja inmobiliaria”, le tocó el turno al “récord mundial” consistente en gritar “no vas a tener casa en la puta vida”, lo cual se repitió varias veces hasta que el medidor de la pantalla llegó a su máxima puntuación.

Todo lo anterior se podría resumir en una expresión muy difundida en el mundo anglófono: diviértete y protesta (party & protest). En efecto, en lugar de líderes, largos discursos, identidades organizativas cerradas y emociones cargadas de crispación y enfrentamiento, este movimiento de protesta ha optado por hacer de cada manifestación (o concentración) una fiesta, añadiéndole mensajes críticos a la música y riéndose, desde múltiples voces y símbolos, de quienes han sumido a tanta gente en el pozo del desahucio residencial generalizado. En cualquier caso, como es bien sabido, los “espectáculos”, incluso los más participativos como el que comentamos, tienen el riesgo de convertir a su “público” en meros acólitos y a la “fiesta” en mero plebiscito con un subrepticio autoritarismo de fondo. No creo que sea éste el caso pues la organización de tales eventos parece muy abierta, a la gente se le invita a reirse junta pero también a difundir los mensajes a su manera (con las tizas y las pegatinas, por ejemplo), y el ambiente creado de humor y juego (agacharse y levantarse al son de la batucada, por ejemplo) no refuerza el poder de nadie en particular. Ahora bien, de forma semejante a como ha ocurrido con las manifestaciones frente al Banco Mundial o en protesta contra la guerra de Irak, es muy probable que muchos manifestantes no vean claro qué hacer en su vida cotidiana para frenar esos agravios y que sólo estos puntuales encuentros de protesta alivien la mala conciencia de no poder o no saber hacer nada concreto más allá de manifestarse unas cuantas veces hasta que un nuevo tema “global” supere en urgencia y prioridad a éste.

Por último, sólo me gustaría apuntar una breve observación respecto a las personas asistentes a este evento. La edad es, sin duda, la cualidad más apreciable de distinción: acudieron “jóvenes” en un amplio espectro de edad, hasta rondar los 40 años. La gran mayoría, sin niños pequeños a su cargo. No se percibía ninguna evidente descompesación de género, y entre los organizadores destacaban especialmente varias mujeres hablando por megafonía, moviendo pesos o disfrazándose de “supervivienda”. La clase social aquí sólo puede ser inferida vagamente a través de la vestimenta y de otros accesorios personales, por lo que se podría sostener la hipótesis de que abundaba una clase media bien cualificada escolarmente y con ingresos inestables. Y en cuanto a la adscripción étnica o migratoria, resultaba muy evidente que sólo parte de la minoría latinoamericana estaba representada entre los manifestantes. Los periodistas y fotógrafos, por fin, eran numerosos y siguieron la protesta con interés desde el principio, aunque después cada medio de comunicación de masas le suele dedicar a este tipo de actos un tiempo y espacio más bien escasos. La plaza, en todo caso, estaba a rebosar de “afectados” por la crisis de la vivienda. ¿Podrían los organizadores, pues, conservar su éxito en el “número” obteniendo, a la vez, más “diversidad” social? Suponiendo que ésta fuera su preocupación, les obligaría a complementar los eventos en el centro urbano con otros en espacios más periféricos, la manifestación festiva con retos más directos a las autoridades y con beneficiarios más concretos. Lo cual nos lleva a una pregunta más inquietante: ¿debe un movimiento de “afectados” por un problema quedarse únicamente anclado en acciones de “concienciación”? Es cierto que la presión policial en Barcelona puede parecer menor en comparación a la recibida por las expresiones públicas de los movimientos sociales en otras ciudades españolas y que estas cuestiones sólo se pueden plantear a partir de esa ventaja. Pero también es ejemplar, a mi juicio, lo que ésta y otras manifestaciones en las que he participado aquí (contra la “Ordenanza Cívica” y por la okupación) nos presentan como muestra de verdadera “guerilla de la comunicación”. A mayor creatividad de los convocantes, en consecuencia, mayores posibilidades de conseguir autonomía del movimiento e implicación de los activistas y simpatizantes. No es un aprendizaje baladí y sólo echo en falta saber cómo se pueden concretar lo más posible los resultados materiales de tales formas de protesta.

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Published: 27 de octubre de 2007